jueves, 27 de noviembre de 2008

El miedo que tengo

Hasta hace poco tiempo me tenía por alguien equilibrado, serio, seguro de mí mismo, de esos que se miran al espejo por la mañana y se dicen: “¡joder!”, con una media sonrisa en los labios. Hablando claro, alguien por encima de la media. Pero desde hace algo más de un mes, algo ha cambiado. No pasó de repente, ha sido un proceso paulatino. Primero fue aquella ceja levantada, luego una mirada entrecerrada, de esas que sabes supone desconfianza hacia el receptor de la misma. Más tarde, una desagradable mueca cada vez que me veía reflejado en el espejo. Y como colofón, ayer mismo por la mañana, insultos y vejaciones que me niego a reproducir aquí. ¡Por Dios Santo, soy una persona educada! ¡No me merezco tal tratamiento! ¿Acaso no me he tratado bien desde que me conozco? ¿No he sido, desde que tengo uso de razón, mi mejor amigo? Por más vueltas que le doy, no consigo entenderlo. Hoy mismo, haciendo de tripas corazón, porque uno tiene su orgullo, he tratado de razonar conmigo, manteniendo la calma, aplicando a rajatabla lo que aprendí en aquel fantástico cursillo de autocontrol, pero la cosa ha acabado como el rosario de la aurora… Hemos acabado en urgencias con la ceja rota y el labio inferior hinchado. ¡Con lo violento que siempre me ha resultado tener que dar explicaciones a alguien que viste una bata blanca! Y lo peor de todo es que no veo solución posible, no la veo. Para eso tendría que darme explicaciones al respecto, y está visto que no quiero dármelas. La verdad es que tengo miedo de cómo acabará esto. Que yo me conozco…

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