viernes, 14 de noviembre de 2008

Tic-Tac (o Tic-Toc, no pienso discutir)

Aún no había decidido si aquella noche iba a molestarme, o no, el segundero. Y ya no me quedaba mucho tiempo. Aunque el día siguiente fuese domingo, tenía la solemne promesa de levantarme temprano para limpiotear. Debía dar por cerrado aquel día cuanto antes y, para ello tenía que tomar una decisión: oir y escuchar ese molesto tic-tac con el consiguiente desvelo, decúbito supino y mirada fija en el techo derivante en asqueo vital, o bien oir e ignorar la aparentemente inofensiva materialización del tiempo.

Aquel día no había tenido nada de especial, así que la Decisión no era fácil. Se me ocurrió hacer algo que mi yo adolescente jamás me habría perdonado: hacer una lista de "pros y contras". Porque está claro que mi decisión no podía ser aleatoria. Influirían en ella hasta el ultimo matiz del día en questión. No hace falta decir que en el apartado de "pros" incluiría los aspectos positivos, y en "contras" lo concerniente a mi mecanismo de defensa:

"Pros": no he coincidido con ningún vecino en el ascensor, he perdido 120 gramos, no me llamado nadie con identidad oculta.

"Contras": sigo sin conocer a ningún vecino, los pantalones que compré en Madrid ahora me quedan un poco anchos, no me ha llamado nadie con identidad reconocida".

No había sitio para la duda (ni para entrar a debatir sobre mi naturaleza pesimista): el apartado "contras",de contras, resultaba, por su mayor peso trascendental, de una contudencia tan aplastante, que yo que usted no pondría el dedo debajo. Siendo así, y para ser consecuente, debía decantarme por la primera opción: iba a molestarme el segundero.

Ni uno de esos relojes que ocupan siete muñecas y tienen cronómetros con ocho ceros haría sido capaz de registrar la ínfima porción de tiempo que transcurrió desde que tomé la decisión, hasta que penetraron por mis oídos, cual etéreos bastoncillos metálicos, esas que no dejaban de ser, por porculeras, ondas de sonido. Cada tic y cada toc se iban haciendo fuerte en mi sistema nervioso a base de palpics cerebrales ya sin pasar siquiera por el martillo y el yunque. Ya iba a empezar a delirar intentando averiguar que si antes venía el tic, que si no, que si el huevo, que si la gallina, cuando me percaté de algo: teniendo en cuenta que la intensidad del tic y del toc eran la misma, que no conseguía oir ni la "i" de uno, no la "o" del otro,y que transcurrían tras los mismos intervalos, ni el tic ni el toc existían. Tras tirar por tierra siglos de historia relojera, bauticé a mi descubrimiento como un único sonido llamado "TC". Ahora estabamos cara a cara, en igualdad de condiciones, y casi parecía que se iba acobardando, cambiando su condición de golpe seco a palmadita en la espalda...

Ahora es cuando tendría que soltar la moraleja sobre que hay que ser consecuente, que hay que afrontar los problemas para vencerlos y tal, pero prefiero contar que desperté a la mañana siguiente sin recordar nada y con el despertador pegado a mi pecho. Venga, hasta luego.

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